honradez

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No robar. Dos palabras que se quedaron grabadas para siempre en su corazón. Las repetía su padre cuando llegaba cansado, muy tarde en la noche, después de una ardua jornada en la bodega de medicamentos en la que había invertido buena parte de su vida. No robar. Él había sido tentado muchas veces para sacar ventajas de los inventarios, pero permanecía fiel a ese principio.

‘‘Aun cuando me despidan de mi trabajo, no dejaré de ser honesto’’, repetía como un disco rayado, rumiando en su propia convicción, como si quisiera reafirmarse en ella una y otra vez cuando venía la tentación de fallar.

Ahora Roberto estaba poniendo en práctica ese fundamento de vida. Trabajaba como contador de una empresa transportadora, y al menos dos veces en menos de un año, se vio tentado de alterar unos formatos de despacho de mercancía como le sugería su inmediato superior. ‘‘Te ganarás unos pesos de más, que a nadie le sobran’’, le dijo sonriendo para enfatizar  su mensaje.

Miró a través de la ventana. Estaba comenzando a caer una lluvia pertinaz. ‘‘No voy a ceder ahora. Aun cuando necesite el dinero, no voy a hacerlo’’, murmuró mientras recordaba a su padre en la enorme sala de estar de su vieja casa, a las afueras de ciudad de México. No robar. Un principio de vida al que no renunciaría…

El mejor reforzamiento de las enseñanzas que impartimos a  nuestros hijos, es con el ejemplo. Los padres trazamos pautas al interior de la familia, pero estos patrones deben ir acompañados de acciones concretas. Un expert en procesos de enseñanza a la infancia anotó que: ‘‘Es importante que los hijos vean a sus padres cumpliendo con gusto sus deberes. Si los ven leyendo—por ejemplo—asimilarán más fácil la importancia de leer. O quizá pagando las cuentas, o llegando temprano a casa. No podemos olvidar que tanto los buenos como los malos hábitos, son algo que ellos, los niños, interiorizan.’’ (Diario colombiano El País.01/17/2012)

Es importante que nuestras palabras y –en particular las normas—vayan de la mano con ejemplo. Es el primer paso para sembrar en nuestros hijos principios y valores que les acompañen por encima del paso de los años. Las circunstancias no los moverán de aquellos cimientos sobre los que son edificados.

‘‘Aunque me vi tentado, no cedí. Sabía que tenía la oportunidad como otros chicos, de irse a la cama con su novia. Sin embargo, recordé el valor de una mujer, como ser humano. Quizá no me entiendan, pero fue lo más correcto en esas circunstancias’’. Con estas sencillas palabras, Juan Carlos, un estudiante universitario, explicó el por qué no se dejó arrastrar por las emociones del momento. Tuvo presente las enseñanzas cristianas que por años le impartieron sus padres.